La Educación española

España es ese país que siempre, en la sencuestas internacionales, se presenta atrasado en cuanto a educación se refiere. No es tanto a que no se consiga un alto rendimiento escolar, que tampoco es uno de nuestros fuertes; esa reflexión inicial tan agria se refiere ya no tanto a una cuestión dentro del mundo de la Educación, sino del mundo de la Política.  

 

 

Sin querer entrar en ningún juicio de valor, considero que el escenario que se da actualmente no es el propicio para desarrollar una competencia educativa de envidiar. Otros países llevan años con un mismo sistema educativo, al cual se le hacen pequeñas enmiendas con el paso del tiempo y los cambios sociales para adecuarlos a los tiempos. Otros vieron como su sistema era desfasado, hicieron un cambio drástico, cortando por lo sano, e instauraron sistemas que se caracterizan por una innovación docente que choca mucho con la pretérita. 

 

En España somos expertos en hacer leyes educativas, ya que en poco más de cuatro décadas desde el inicio de la democracia se han dado en el Parlamento hasta ocho leyes diferentes, distintas pero iguales entre sí, que no permiten instaurar un modelo concreto y solido que pueda demostrar cambios y resultados. 

 

La sucesión de las diferentes normativas educativas se debe al bipartidismo característico de nuestra realidad política, y el orgullo y cabezonería típica de nuestra cultura ibérica. Todo el mundo quiere tener la razón y la voz cantante; lo mío es mejor y lo tuyo tiene un enfoque erróneo. La educación es un arma poderosa cuando se controla, y tener tu nombre impreso en los boletines que expliquen esa normativa educativa es de orgullo y honra. 

 

Más allá de la ausencia de consenso en el Hemiciclo, el sistema educativo español se puede caracterizar también por la gente que está al pie del cañón: el profesorado y el alumnado. Unos se adaptan continuamente a nuevas normativas a las que tener que adoptar sus clases, y así todo siguen sacrificando su tiempo y esfuerzo en impartir las clases de la mejor manera posible y siempre con el ánimo tan alto como puedan. Por otra parte, los alumnos y alumnas no merecen menos vítores, ya que son los principales perjudicados de ser tratados como conejillas de indias. La mayoría resisten los pasos por las distintas etapas educativas, muchos con grandes resultados, otros sobreviviendo como pueden, pero todos dando lo mejor de sí. 

 

Por activa o por pasiva, por la falta de entendimiento entre las élites políticas o por la incoherencia de las mismas, se les está robando la educación a los niños y niñas de este país lentamente. Por ello, es necesario un Pacto de Estado que pueda estipular definitivamente una nueva y definitiva ley que se adopta para largo plazo y en el que se escuche no solo a los distintos colores de los escaños diputados, sino a la gente que realmente conoce la realidad educativa; es necesario un pacto educativo en el que no se prive de participar a profesores y alumnos. 

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