La realidad de El Coliseo

La Antigua Roma, uno de los mayores imperios de la Historia y, sin duda, una de las realidades políticas más representadas e idealizadas en el cine. Roma, establecida neurálgicamente en la zona central de la Península Itálica hacia el 510 a.C., logró expandirse a lo largo del Mediterráneo, controlando el norte africano, el centro-norte de Europa, Oriente Próximo, la Península Ibérica y buena parte de Gran Bretaña.

 

Una verdadera potencia mundial cuya capital llegó a contar en algunos momentos de su historia con cerca del millón de habitantes. De siempre es sabido que a las grandes masas es mejor tenerlas contentas, por lo que pueda pasar.

 

Roma se convirtió en un genio en cuanto a los espectáculos de masas. Si bien tenían una cultura avanzada muy similar a la riquísima cultura helénica, el teatro no llamaba tanto la atención al romano medio. Este era un amante de la acción, deseoso de sangre y sudor, espectáculo, ruido y lucha.

Uno de los mayores espectáculos era, como seguramente hayáis deducido con facilidad, los espectáculos de gladiadores. Un anfiteatro, 50.000 personas en las gradas, una arena y un par de oponentes semidesnudos e hipermusculados luchando a muerte entre sí, unos por librarse de su condición de esclavo, otros para lograr la fama y la gloria. Os traigo tres pequeñas curisodades acerca de estos guerreros tan interesantes de la antigüedad.

 

La figura de un soldado profesional, habilidoso en todo tipo de armas y enfrentándose en distintas batallas contra leones o contra mercenarios aún más grandes que él. Máquinas de guerra sin remordimientos y con una vacilación nula a la hora de vencer a su rival y darle muerte. Esa es la primera imagen que se nos viene a la cabeza cuando nos piden pensar en un gladiador. Sin embargo, eso es lo que nos pinta Hoolywood, pero lo que era cierto es que no siempre se luchaba a muerte; de hecho, rara era la ocasión en la que algún gladiador resultaba muerto en combate, ya que si por cada asalto muere al menos un esclavo, resulta un tanto caro el reponer al personal para el próximo espectáculo.

 

Por otra parte, tampoco es que los participantes tuvieran cuerpos hercúleos con marcadísimas anatomías. De hecho, solían tener "chichas". Los gladiadores consumían una dieta con grandes cantidades calóricas con el objetivo de formar una película de grasa que pudiera actuar como protección o armadura  para así evitar que heridas y cortes superficiales llegaran con facilidad a los órganos vitales. Pura estrategia, vaya. Ello no quita que los participantes no estuvieran sometidos a un duro entrenamiento físico.

 

Y para finalizar, la introducción de un nuevo término que para mucha gente posiblemente resulte nuevo: gladiatrix. Efectivamente, la palabra hace mención a la homóloga femenina del gladiador. Si bien es cierto que la mayoría de los espectáculos de gladiadores eran de eso, gladiadores, la figura de la mujer en la arena también existía; con mucha menos frecuencia, pero existía.

 

Al igual que con los hombres, no todas las gladiadoras tenían la misma condición social. Existían las mulieres, término latino acuñado para referirse a aquellas mujeres de bajo escalafón social que buscaban ganarse un cacho de pan, y las feminae. Estas últimas eran de alto "standing", hijas de patricios adinerados que participaban por fama, entretenimiento o diversión.

 

Las mujeres gladiadores nunca se enfrentarían a gladiadores masculinos; siempre lo harían contra otras mujeres, fieras o enanos (tal cual lo oyes). Sin embargo, las vestimentas que empleaban no distaban mucho de las empleadas por los hombres; y en recrear los uniformes del gladiador Hollywood sí que ha estado acertado. Muchas mujeres acabarían los combates con los pechos descubiertos, haciendo del espectáculo de lucha, para muchos de los videntes del público, algo más que una pelea con armas. De hecho, este fue el principal motivo para su prohibición. La cancelación de los juegos de gladiadores tuvo lugar en 325 con el emperador Constantino, que al adoptar el cristianismo como religión oficial del Imperio Romano vio estas festividades como paganas y bárbaras; pero esto fue para los gladiadores masculinos. En el 200, el emperador Septimio Severo prohibió los espectáculos femeninos con una única misión: evitar los chistes verdes. Efectivamente, evitar los chistes, la burla o los comentarios (imaginad lo agradable de algunos) que se daban en los anfiteatros. No sabemos aún si se trataba de una medida proteccionista con la mujer un tanto errada, o si fue la excusa para cerrar un espectáculo que llegaba a rozar lo pornográfico (dicho desde la óptica de la época, claro está) y económicamente poco rentable, pues tenían mucho menos aforo que los combates masculinos.

 

Espero que estos tres datos os hayan sorprendido y os hayan picado el gusanillo para ver Gladiator o Spartacus. Son producciones de Hoolywood, pero son pelis buenas que contentan a la masa.

 

Nos vemos en la próxima curiosidad. ¡Un saludo!

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